Elogia a los autócratas, se junta con estrellas de las artes marciales y su mayor cumplido es llamar a alguien “luchador”. Donald Trump va en busca del voto machista en las elecciones de noviembre, y está funcionando.
El magnate inmobiliario y expresidente (2017-2021) forjó durante mucho tiempo una imagen a menudo caricaturesca e hipermasculina, que incluye, de manera más controvertida, alardear de agresiones sexuales.
Ahora, cuando se avecinan las elecciones estadounidenses del 5 de noviembre, en las que la demócrata Kamala Harris compite por convertirse en la primera mujer presidenta del país, los poderes machistas de Trump están a prueba.
Harris está viendo un alza en el apoyo femenino e hizo de la cuestión del derecho al aborto un tema central de la campaña. Trump, mientras tanto, apunta sin complejos a la parte del electorado que ama las criptomonedas, los combates violentos de artes marciales mixtas de la UFC (Ultimate Fighting Championship), y piensa que la sociedad se volvió demasiado femenina y “woke” (progresista consciente).