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Circulan fotografías de rastros de sangre que dejaron cuerpos de jesuitas y guía de turistas

Hace 50 años, cuando en la sierra Tarahumara en el noroeste de México ni siquiera había carreteras, el sacerdote jesuita Javier Campos recorría las montañas y profundos cañones en motocicleta para apoyar a las comunidades indígenas pobres y marginadas.

Su compañero, el religioso Joaquín Mora, trabajó muchos años a su lado y a lo largo de más de dos décadas en la sierra vio cómo esas tierras, cercanas a la frontera con Estados Unidos, fueron llenándose de miembros del crimen organizado que plantaban amapola o marihuana.

Los religiosos, de 79 y 80 años, eran personas respetadas por todos en la sierra hasta el lunes, cuando fueron asesinados junto a un laico en la iglesia de la comunidad de Cerocahui.

Los sacerdotes conocían a su asesino porque era un líder criminal local, explicó otro jesuita veterano de la sierra, Javier Ávila. En una entrevista a una radio local que él ayudó a fundar comentó que el agresor estaba “fuera de sí, alcoholizado” y que aunque después de los primeros disparos uno de los religiosos intentó calmarlo, no lo logró.

Las imágenes que circulan en las redes, se tratan del lugar donde se cometió este atroz homicidio en una iglesia de Cerocahui, en la sierra Tarahumara.

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